Por: Jossy Pen La calle es una selva de cemento y de fieras salvajes, como no. Así cantó Héctor Lavoe una canción que inmortalizó, sobre todo, porque mostró, con su canto, la realidad que se vive en las ciudades. Diferente a la de los pueblos o zonas rurales, por sus dinámicas caóticas y ritmos acelerados. […]
Por: Jossy Pen
La calle es una selva de cemento y de fieras salvajes, como no. Así cantó Héctor Lavoe una canción que inmortalizó, sobre todo, porque mostró, con su canto, la realidad que se vive en las ciudades. Diferente a la de los pueblos o zonas rurales, por sus dinámicas caóticas y ritmos acelerados. Lavoe fue un ejemplo de artista, que tuvo conexión con el pueblo al que pertenecía y ayudó a resignificar, desde sus letras e interpretaciones, las esquinas, los parques y avenidas.
Como Héctor, hay en cada ciudad grupos de personas que piensan y transforman las estéticas de su entorno, hasta volver los espacios significativos y encontrar en ellos, relatos de identidad y memoria.
En Pereira, se transfigura la ciudad, especialmente, desde el grafiti. Los artistas, como arquitectos emocionales, han colonizado y violentado los espacios (que dejaron la burbuja cafetera y la irrupción del narcotráfico), para ayudar a pensar y repensar, como la urbe puede ser un escenario de evolución, en el que los humanos construyen su hábitat.
Entendiendo que habitar es mucho más que estar ahí, en los espacios cívicos. Es construir códigos, nuevos lenguajes que inviten a la innovación, a la molestia, a preguntarse el por qué, el cómo; a recorrer los barrios, las esquinas; a observar hasta encontrar la idea de ciudad que se tiene en el interior; a reconocerse como un elemento social, que comparte espacios con los otros habitantes (policías, taxistas, habitantes de calle, vendedores informales, artistas etc.)
A partir de esto, es posible construir códigos que le den sentido al pasado, que sea posible transgredir las estructuras, especialmente, desde las características del grafiti —trazos, colores, relieves, exterioridad—, para cargar de mensajes la ciudad, para hacer que esta, no sea solo un lugar para edificios o automóviles, sino para personas que se ven reflejadas en la urbe.
Porque como toda expresión artística, el grafiti es una intervención política, puesto que se hace desde la polis y utiliza los muros y paredes públicas, como el lienzo en donde es posible ser y desarrollarse. Plasmando en estos, mensajes críticos, donde se percibe el inconformismo por las prácticas tradicionales. Generando, en muchos casos, dinámicas de tensión con el establecimiento y las instituciones de poder.
El artista del grafiti o grafitero, está llamado a revolucionar las estéticas citadinas, a romper con el marasmo del purismo establecido, porque en su proceso intelectual de creación, posibilita el acercamiento entre la memoria colectiva (llámese barrio, comuna etc.) y la sensibilidad del creador. Porque en sus formas artísticas, está la capacidad de pintar los deseos y las historias en lugares públicos, que convoquen y animen a la sociedad a asumir nuevas dinámicas.
Un ejemplo de lo anterior, es el Festival de arte urbano, Pereira Querendona, en el que se intervienen puntos claves de la ciudad, para plasmar muestras artísticas en la ciudad.
*Texto realizado a partir de las intervenciones realizadas por Alberto Verón, Gustavo Cardona, ESEC y Micro Uno, en el foro Ciudad a Colores: prácticas estéticas a través del arte urbano en el marco del Festival de arte urbano, Pereira Querendona 2017
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